
De entonarte y oirte toser a compás,
de oir esa risa quejosa,
de dialogar viejo tronco,
y la rotura de la tabla al soplar,
me salen dolores por los dedos.
A qué sonaba mi voz,
cómo se apretaban los dientes,
y se encajaban los juicios,
despertar de un desvelo,
sin vivir una vida,
es sabia en consejos.
Perfil de metralleta,
cuando mi boca está caliente,
sobre el tanque de una enea,
miro el punto,
pero en su sobresaliente,
descalzo sobre la trinchera,
patalea a su ritmo y revienta de cuerpo presente,
con el canto de una moneda.
E.M.G
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