...Vuelan en las fotos unas motitas de polvo que dicen llamarse recuerdo...

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jueves, 14 de enero de 2010

Muerte natural: Disparo

- Señores, ha muerto por disparo natural. No hemos podido hacer nada por su vida. Son cosas que pasan. Todos los días tenemos casos como este. Algunas personas, especialmente, parecen destinadas para ello: trabajadores de la seguridad pública, funcionarios, sector servicios…Pero en definitiva siendo persona, cualquiera. Señora, mi más sentido pésame.

Fueron las primeras palabras que escuché cuando entré en la sala de urgencias del
Hospital. Fueron las últimas que quise escuchar sobre la muerte de aquel caballero que me contaba cuentos y sostenía chisteras sobre veleros despiertos en el mar.

Acto seguido, tras escuchar aquello, salí corriendo. No se que extraño compás redobló dentro de mi pecho de esa manera. Conforme corría se iban desprendiendo momentos. Por cada pisada salían por mis pies recuerdos alegres, a la vez que el viento me los devolvía.

Llegué a un acantilado y vacilé ante el Sol. Fui indeciso, no quise hacer lo que hice, pero en fin, lo acabé haciendo. Me tapé los ojos. No quise saber nunca más sobre aquella rotonda del cielo, en la que los intereses de la naturaleza siguen dando vueltas.
¿Cómo puede irse un mago? ¿Cómo puede irse un pirata? ¿Cómo puede irse un caballero? ¿Cómo puede irse un padre? Si todas estas cosas son eternas ¿por qué narices se acaban?

- No lo imagino. Y como se que es mentira volveré al Hospital para darme cuenta que el mundo sigue girando para él.-dije.

Una bella doncella lloraba en las escaleras de aquel tenebroso castillo. Decía que lloraba porque su fuerte caballero había caído derrotado. Había bajado a comprar el pan, y un dragón con su rugido y llamarada había acabado con su vida. Otra víctima más del virus.

- Muerte natural, ¿verdad señora?
- Sí, pequeño- dijo entre suspiros.

Pude comprobar la veracidad de las palabras de aquel chamán de corbata.

Fueron pasando los días y más se labraba, poco a poco, toda aquella historia en mi frente. Conforme más tilas tomaba, más recapacitaba y más estragos me causaba todo aquello.

El tiempo transcurrió de tal manera, que cuando me vine a dar cuenta, habían pasado dos meses y medio desde la tragedia. En este periodo habían pasado por mi casa centenar de personas, para dar el pésame a la bella princesa frustrada ante las expectativas de la vida, que al fin y al cabo consiste en vivir. Aquella bella princesa era mi madre.

Lo que no comprendí en cerca de tres meses, lo comprendí en un instante.
Vi que muchas de aquellas personas, se alimentaban de mi situación. Pude oler que aquellas gentes daban de comer y se alimentaban del morbo. En aquel circo no actuaban ni payasos, ni trapecistas, pero el que ya seguro que no estaba era el Mago.

El problema de todo aquello era, concebir que una muerte por un disparo fuera muerte natural. Que morir calcinado por las llamaradas de un dragón o la estocada de un caballero vasallo de otro Rey, fuese signo de naturalidad. Vaya enfermedad más mala.

¿Cómo a estas alturas del Cuento, puede digerirse que el hecho de morirse de un balazo sea igual a morirse de un infarto?

Dicen que para que un acto se forje en costumbre, o en algo normal y cotidiano, tiene que repetirse dicho acto en un largo periodo de tiempo y de forma continuada.

Será eso entonces. Estamos tan acostumbrados a ello, y a verlo todos los días por televisión, radio y prensa, que nos lo comemos igualmente que la gripe A.

¿Quién diablos cura esto? Más preguntas y más dudas.

Me puse en ello. Sabiendo más o menos de que iba el tema, por mi desgracia, cogí un Código Penal. De lo que pude entender, un capitulo de ese pequeño libro, trata sobre hombres que mataban a otros, no ponía el motivo. Delante de cada pequeña historia precedía un número. Debería ser el número de la historieta. En este caso eran ARTÍCULO 138 y ARTÍCULO 139.

- Vaya historias más feas y sin sentido.

Me dispuse a cambiarlo todo. Todo menos los títulos.

ARTÍCULO 138- El guerrero, brujo o bruja que dejare sin vida en el Campo de Batalla, a un Juglar o contador de cuentos, será castigado con la pena de escribir en la pizarra cien veces “Debo ser bueno”.

ARTICULO 139- El que habiendo escrito eso en la pizarra y siguiera dejando a niños sin cuentos antes de dormir, dejará de salir en más cuentos de hadas, y no será mi personaje preferido nunca. Todo niño tiene derecho a un cuento de princesas y hadas, a un beso de buenas noches y escuchar historias con final feliz.

Un día me encontré con un chamán de corbata. Le dí las historietas. Todavía estoy esperando respuesta.

E.M.G

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