Grabo. Pulso REC.
-Primera. Única sesión-
Estamos a 25 de Septiembre, hace unos días llegó el recuerdo empañando en una sábana de gotas de agua y lágrimas. Hoy, aquí sobre un peñasco que con magnanimidad parece elevarme, hablo no se qué sobre lo que acontezco.
El sol baña de oro, en estos tiempos de vacas flacas, el agua interminable. Refleja de manera implacable cada rayo en cada molécula de agua. A cada mineral lo parte en átomos y a cada sensible y niño que broncea lo atila, lo relaja.
Me relajo. Estoy viendo una catarata de arena y aire. Una fuente que desde su altura emana historias y cuentos. Cualquier día puede, como alguno dijo, que se la lleven volando los pájaros para colgarla en el amplio salón de su nido.
La miro. Por eso no la dejo de mirar.
Me da por pensar en muchos problemas. Puedo cavilar millones de asuntos, pero no intento ayudarme con soluciones. Ya no tendría nada que pensar, porque siempre pienso en lo mismo. Si eso me faltara, terminaría escribiendo en el sofá.
Te tomo en mi mano. Te mezo sin querer. De hecho es mi mano quien te mueve.
De momento me doy cuenta que eres inimaginable para la roca que tengo a mi lado, para la hormiga e incluso para el agua que nos llena de azul la pupila. Tú no eres dulce ni polvorienta, eres salada. No suenas a grito ni a paso, suenas a sirena y a crujir de olas despertando.
Son las seis de la tarde aproximadamente. Tengo hambre. Hay una "juerga" gitana en mi aparato digestivo. Pienso que si fueras de chocolate o crema no te hablaría.
Te estoy hablando, responde. No te puedo escuchar.
Me enojo. Insulto. Voy a la confitería. Termino la grabación.
Dirán que estoy loco por grabar conversaciones en una caracola. Mi caracola.
E.M.G
-Primera. Única sesión-
Estamos a 25 de Septiembre, hace unos días llegó el recuerdo empañando en una sábana de gotas de agua y lágrimas. Hoy, aquí sobre un peñasco que con magnanimidad parece elevarme, hablo no se qué sobre lo que acontezco.
El sol baña de oro, en estos tiempos de vacas flacas, el agua interminable. Refleja de manera implacable cada rayo en cada molécula de agua. A cada mineral lo parte en átomos y a cada sensible y niño que broncea lo atila, lo relaja.
Me relajo. Estoy viendo una catarata de arena y aire. Una fuente que desde su altura emana historias y cuentos. Cualquier día puede, como alguno dijo, que se la lleven volando los pájaros para colgarla en el amplio salón de su nido.
La miro. Por eso no la dejo de mirar.
Me da por pensar en muchos problemas. Puedo cavilar millones de asuntos, pero no intento ayudarme con soluciones. Ya no tendría nada que pensar, porque siempre pienso en lo mismo. Si eso me faltara, terminaría escribiendo en el sofá.
Te tomo en mi mano. Te mezo sin querer. De hecho es mi mano quien te mueve.
De momento me doy cuenta que eres inimaginable para la roca que tengo a mi lado, para la hormiga e incluso para el agua que nos llena de azul la pupila. Tú no eres dulce ni polvorienta, eres salada. No suenas a grito ni a paso, suenas a sirena y a crujir de olas despertando.
Son las seis de la tarde aproximadamente. Tengo hambre. Hay una "juerga" gitana en mi aparato digestivo. Pienso que si fueras de chocolate o crema no te hablaría.
Te estoy hablando, responde. No te puedo escuchar.
Me enojo. Insulto. Voy a la confitería. Termino la grabación.
Dirán que estoy loco por grabar conversaciones en una caracola. Mi caracola.
E.M.G
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