La mística de la pequeñez humana
y la generación de la ciencia
se compulsan como impecable amor hacia
la implacable belleza rectilínea.
Hacia mundos de certezas inimaginables
pero certeras,
a esta vida de tierras y cerezas,
sobre la que riega el viento,
y amansa con perezas.
Una novia cósmica aparece,
dibujandome lo que parece ser el perfecto rectángulo,
el limpio y silente trazo de Dios.
A un hijo de un Dios menor,
como yo,
le ponen ante si,
la perfecta simetría,
me enamoro,
me insulto.
Me limito a colorear su círculo interno,
boceteo su exterior fundando círculos
de naturaleza deslumbrante,
me enamoro,
me insulto.
Se funden sus colores malvas
con las tangentes lanzadas de cualquier parte del folio,
se funden,
encelo,
me insultan.
E.M.G
Gracias...
Hace 2 años
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